¡Qué imagen! La tarde oscura, pero no lluviosa. La fila de casitas blancas perdiéndose en el inabordable horizonte. En la casa última Ella y Él llegando a la puerta. Pasan la reja verde, un tanto oxidada. En el patio, cuatro plantas lacias y un rincón de tierra sin plantar. Un perro haciéndose el muerto, un perro pardo, un perro grande, un perro noble, un perro en definitiva.
Toda avanza muy lentamente. La puerta actuaba de vórtice entre el frío otoñal, entre las hojas chamuscadas y el calor y acogimiento de la lumbre en el umbrático hogar de los amados. En la mesa de madera de la cocina un flan por terminar y cubiertos usados, todo visible bajo una sugerente luz amarilla. En el suelo, ropa. Hablan, se miran, sonríen, se miran, hablan.
Ella es una chica normal, normal en todos los aspectos, aburrida en este sentido, no especialmente bella, normal. Él es un chico normal, normal en todos los aspectos... menos uno, a saber. Todo sigue muy lento.