Friday 30 November 2007

Amor siamés (VI)

Al fin llega una carta, una carta del Gobierno. Ya casi no tiene esperanza, por qué le iban a mandar una carta. Las cartas oficiales siempre traen desgracias. La mira, no le quita ojo. Pero no quiere abrirla. Imagina el mensaje. Nunca fue optimista, de modo que prefiere esperar y aclarar sus ideas. Pasa el tiempo, de nuevo lentamente, un caracol en busca de hierba fresca. El caracol es Ella, la hierba fresca la buena noticia. ¿Y el sobre? ¿Qué representará? Por fin la va a abrir, de noche, echada en la cama, la chimenea encendida. Fuego. La madera suda en la hoguera. Ella también. Abre el sobre, extrae la carta, comienza a leer.

Llora, una nueva etapa.

No está muerto. Sigue vivo, pero no coleando, sigue el intenso amor. El rencor no es liviano, lo tienen prisionero. Han arrestado a muchos compatriotas, los liberarán a cambio de lo imposible. Solo puede confiar en la bondad nula de los oprimidos por occidente, por el egoísmo.

Llama a un número telefónico que facilitaba el comunicado. Contesta una voz dulce de mujer: «¿Qué desea?». Desea recuperar a su amado. No le dan información alguna, no la ayudan, no la apoyan, no la comprenden. No aman. Sabe que está vivo, y sin embargo, hay pocas posibilidades de que cuando lo vuelva a ver compartan un flan como antes.