Llora tú que aprendiste a tocar el clavicordio
y descubriste el mal del que voy a vivir.
Sufre esta otra grávida soledad:
quedarte sin el único hombre
que pensaba en ti todos los días.
Llora, llora hoy esa viudez de hielo
porque ya no volverás
joven, con olor a colonia
a vivir en la provincia que fundé
para administrar tu recuerdo.
Llora en privado
como si no supieras por qué lloras
hasta que recibas
este pañuelo blanco.
(Verano, 2003)
Raul Rivero. Corazón sin furia (AMG Editor).
El País | Este y otros poemas del escritor cubano.