Friday, 30 November 2007

Amor siamés (VI)

Al fin llega una carta, una carta del Gobierno. Ya casi no tiene esperanza, por qué le iban a mandar una carta. Las cartas oficiales siempre traen desgracias. La mira, no le quita ojo. Pero no quiere abrirla. Imagina el mensaje. Nunca fue optimista, de modo que prefiere esperar y aclarar sus ideas. Pasa el tiempo, de nuevo lentamente, un caracol en busca de hierba fresca. El caracol es Ella, la hierba fresca la buena noticia. ¿Y el sobre? ¿Qué representará? Por fin la va a abrir, de noche, echada en la cama, la chimenea encendida. Fuego. La madera suda en la hoguera. Ella también. Abre el sobre, extrae la carta, comienza a leer.

Llora, una nueva etapa.

No está muerto. Sigue vivo, pero no coleando, sigue el intenso amor. El rencor no es liviano, lo tienen prisionero. Han arrestado a muchos compatriotas, los liberarán a cambio de lo imposible. Solo puede confiar en la bondad nula de los oprimidos por occidente, por el egoísmo.

Llama a un número telefónico que facilitaba el comunicado. Contesta una voz dulce de mujer: «¿Qué desea?». Desea recuperar a su amado. No le dan información alguna, no la ayudan, no la apoyan, no la comprenden. No aman. Sabe que está vivo, y sin embargo, hay pocas posibilidades de que cuando lo vuelva a ver compartan un flan como antes.

Thursday, 29 November 2007

Tu reflejo sobre mí

Ojalá fuera el espejo en el que
te miras cada mañana.
No por verte sólo...
en sueños te veo
y en mis pensamientos siempre.
Ojalá fuera tu espejo,
para que te vieras a través de mí
como yo te veo,
más guapa e interesante,
más inspiradora
de lo que crees.
Y mirarte mientras me miras
y que no sepas
que te estoy mirando,
espiándote y analizando
los movimientos que ya conozco.
Queriéndote más que tú a mí
y menos de lo que tú me quieres,
porque en la capacidad
de ser amada y de amar
me superas, como a todos.

Wednesday, 28 November 2007

Archángelo de la ciudad perdida

Archángelo de la ciudad perdida,
hacedor de divas sacras e impías,
¿quién derribó la bondad de la vida
tan exigua y fugaz en las arpías?

La locuaz lacra de mi luz y el sida
corroen el amor en estos días,
y Átropos [1] parca, a su labor debida,
corta y corta sin razón ni mesías.

Luciendo parazonio y agonía,
los viejos Luis XIV desfallecen
al son de la Trigésima armonía,

y bajo la Estrella Roja florecen,
amparados por un halo vigía,
los mil pétalos negros que merecen.

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[1] Una de las tres deidades hermanas, Cloto, Láquesis y Átropos, que se dedicaba a cortar el hilo de la vida del hombre.

Tuesday, 27 November 2007

Amor siamés (V)

Habían pasado varios meses, largos meses de invierno, de frío. Sin calor humano. Pero al fin ha llegado la buena nueva. Muchos soldados van a regresar a casa. Ahora tiene la esperanza de que haya sobrevivido. Pero quizá no. No sabe qué hacer, no sabe a quién acudir, a quién llamar. Se para a pensar, imagina un hipotético encuentro, un utópico encuentro:

Él llegaría a lo lejos cabizbajo, con una maleta en la mano izquierda y vestido de oscuro. Ella lo esperaría en la puerta, junto al perro y a las plantas marchitas. El cielo claro y los árboles en flor. Los pájaros ausentes. Silencio, aislamiento. Nadie más pasea, solo ambos, que son el centro de atención. Ambos lloran, ambos se miran. Él sigue andando, pero nunca llega. Incluso cada vez parece más lejano. El reencuentro es imposible y el sueño torna en pesadilla y Ella llora y las lágrimas se deslizan sobre su piel y hacen ruido al impactar con el suelo... Un ruido leve pero ensordecedor.

Suena el teléfono. Contesta. Habla una mujer que pregunta por el amado. Responde que no está y la mujer quiere saber si lo puede llamar en otro momento. Entonces las lágrimas se multiplican y suelta el teléfono. Cuelga y sigue llorando. Una llamada inoportuna. Debía haber sido la de la buena noticia, pero ésta, como el amado en la pesadilla, se encuentra cada vez más lejos.

Sunday, 25 November 2007

Del no verte

Cuando no estás a mi lado,
me gusta imaginarte humana:
imaginarme que yerras de cuando en cuando,
que tropiezas en la calle,
que olvidas dónde dejaste las llaves, como yo siempre.
Incluso que alguna vez te manchas la ropa al comer.

Cuando no estás a mi lado,
disculpo mis defectos,
pues te los invento a ti,
qué locura;
e imagino que te merezco,
porque entonces somos casi iguales.

Cuando no estás a mi lado,
me gusta imaginarte humana,
porque cuando estás cerca,
cuando tu presencia es inminente...
ni describirte puedo.

Es la angustia y el consuelo del no verte.

Amor siamés (IV)

Finalmente duerme a gusto. En su sueño está con Él, junto a Él, en torno a Él, enlazada a Él... Disfrutan, se aman. No quieren separarse. Es el equilibrio, realmente tan lejos y emocionalmente inseparables. Despierta y evoca el sueño, lo anota para no olvidar. Piensa qué estará haciendo, qué estará pensando, si estará pensando en Ella. O quizá esté muerto, asesinado por un palmo de texto en los futuros libros de historia. La historia no importa para Ella, sólo él. Ausente. Enciende el televisor, que la embelesa. Imagina cómo funcionará.

Sólo quiere olvidar el dolor. Dan una noticia de la guerra, está ganando el frente del amado. Está ganando, pero qué más da eso si una bala perdida lo atraviesa y se lleva su vida, su alma, su placer más profundo. No hay remedio, hay mucha muerte y seguro que le tocará a Él. Mira por la ventana. El viento corre, mueve las hojas de los árboles, que caen al suelo, que abandonan el árbol para no volver a unirse a él. Las nubes también corren, se van. Va a salir el sol, un sol tímido, un sol que augura una buena noticia a quien le corresponda con una sonrisa. Ella, por primera vez, sonríe. El sol corresponderá agradecido. El tiempo recupera su ritmo.

Saturday, 24 November 2007

Lecciones sobre Matilde

Lecciones sobre Matilde misma,
para que Matilde se vea,
para que Matilde se sepa,
para que se comprenda Matilde.

Cuando te miras en tu espejo,
¿no notas nada?
¿De veras no ves algo distinto a cualquiera?
Te ayudaré.

No es solo tu belleza,
constante constante,
que torna aleatorio y desalmado
el curso de un caracol
entrando a su mundo
de arco iris,
esa belleza tuya que gobierna sobre las demás,
esa que las domina y reduce,
que me hipnotiza
...

Ni aludo a tu aura,
imantada imantada,
que atrae la nada entera
cuando ya atrajo todo,
esa aura tuya que me vence
hasta cuando me dejo,
esa que me atrapa
hasta cuando claudico,
que no me suelta
...

Hablo de ti, de ti sobre ti,
de ti en ti y por ti,
de ti bajo ti misma,
de ti alrededor de ti,
de Matilde hablo,
¿te ves ahora?

Cuando uno se equivoca, cuando duda lo indudable y defiende lo indefendible, cuando únicamente quiere ver la cruz de la moneda porque es idiota y porque no sabe nada de la vida, puede esperar no haber hecho demasiado daño, pero no puede esperar que lo comprendan ni puede pedir que lo perdonen.

Ciudad en quiebra

Por entre los bancos de mi calle
asoman las evidencias
de que ya nadie se sienta en ellos;
ni siquiera yo,
que los miro con nostalgia.

Estas tardes vamos al centro,
compramos en Zara...
y tomamos cappuccino alla viennese:
es la vida de aquí.

Están hundidos los banquitos.
Si de madera, podridos además:
verdes a veces, marrones...
Si de piedra,
erosionados del viento y no del roce.

Incluso cuando dormimos
nos esperan.

Friday, 23 November 2007

Amor siamés (III)

Sale de casa para dar un paseo. No sabe nada de Él, sólo que marchó a la guerra. No sabe dónde está. Si no lo matan matará; seguro que matará; seguro que morirá. Guerra, sangre, terror, sangre, guerra. Los faroles iluminan la calle, pero a Ella no la ilumina nadie. No cree en Dios. No cree nada, está vencida. Se cruza con un joven e imagina cómo será su vida. No tan triste como la suya, pero eso no importa.

Las hojas crujen en el suelo, los árboles parecen muertos. Se avecina un chubasco. Los pájaros no cantan, Ella es el corifeo. No quiere que canten. Quiere que pase el tiempo. No quiere morir, pero vivirá condenada por la vehemencia del amor, por la falta de calor. Hace frío. Llega a casa: el perro, las plantas, el flan, la chimenea. Se acuesta y cierra los ojos. Le gustaría ser arropada, esta noche soñará con el amado. Soñará que vuelve vivo, con liviano rencor, y coleando, con intenso amor.

Paloma blanca

La lluvia que se almacena
en el pico
de una paloma muerta,
vuelta, blanca,
bajo el árbol más siniestro
del parque,
resulta reparadora y salubérrima
como un tiro en la sien
siniestra,
una noche, burda,
de invierno.
Y sin embargo.

Thursday, 22 November 2007

El amor + un sí, quiero (y V)

─ ¿Se lo diremos a doña Rosa?
─ Qué ingenuo. Seguro que a estas horas ya tiene conocimiento contrastado del tema.
─ Ya, pero le hará ilusión que se lo digamos nosotros. Quizá nos invite al café.
─ En eso estaba yo pensando.

Dos estudiantes no pueden plantearse la posibilidad de vivir juntos. No salen las cuentas, por muchas matemáticas que estudies. Así, cada uno vive felizmente en su casa con papá y mamá. Ahora estudiamos cada día en la biblioteca de la facultad. A pesar de que el bibliotecario es un tanto taimado, no nos llama la atención cuando hablamos más de la cuenta o reímos inoportunamente.

─ Anoche soñé que nos casábamos.
─ Chico, no tienes remedio.
─ ¿Es que no te haría ilusión?
─ ¿Te falta algo, corazón? Pues entonces.

Soy, palmariamente, más romántico que ella. En realidad no había soñado nada parecido, pero a veces es un buen recurso para resolver con astucia ciertas dudas y sospechas. No caí de ningún guindo, pero ella tampoco, aureolada de notable perspicacia mujeril.

─ Oye, Claudia, ¿crees en Dios?
─ No sé, ya sabes, es una de esas cosas...
─ Supongo que sí... ¿Te apetece ir al cine?
─ Claro, hay una película...

Amo esta rutina casi tanto como a ella. Espero que cuando le pida seria y formalmente que se case conmigo, responda, como aquélla vez, con un «sí, quiero».

Amor siamés (II)

Triste despedida y amorosa. Ella llora, Él la consuela, comparten un único sentimiento. Muchacho alejándose, sorteando al fingido moribundo perro normal. Los ojos rojos de ambos fijos en los del otro. El cielo oscuro, como antes, pero más amenazante. El coche aparcado cerca de allí.

Él se aleja cabizbajo, las manos en los bolsillos. Sudoroso. El viento que acaricia su faz seca las lágrimas que manan de sus ojos y fluyen sobre sus mejillas encendidas. Abre el coche, mira hacia la casita, halla de nuevo sus ojos. De nuevo brotan las lágrimas. Entra y arranca, le tiemblan las manos mientras mira los retrovisores. Tiene que esperar, se acerca un camión. Por fin se va. Vuelve por última vez la vista y por última vez ve los ojos, deduce el pensamiento, adivina las lágrimas.

Ella no lo había dejado de mirar, de admirar. Está hundida, no puede gritar el último adiós. Sudorosa. Ahora está sola. Entra en casa y nota la presencia del amado. Pone la tele pero nada puede hacer. Comienza la espera eterna del que nunca retornará.

Wednesday, 21 November 2007

El amor + un sí, quiero (IV)

Definitivamente somos pareja. La verdad es que había imaginado muchas veces ese momento, pero nunca pensé que podría ocurrir de forma tan dadivosa y, al tiempo, hollywoodiense. No pasaremos juntos más tiempo que antes, pues ya pasábamos juntos todo el tiempo posible. Si acaso, alguna noche más...

─ ¿A qué hora empezará la cena?
─ A las diez, pero tenemos que ir por la tarde para prepararlo todo.
─ Había quedado con Mateo para intercambiar unos apuntes, pero supongo que podemos quedar otro día.
─ Si no puedes... da igual, ven sólo a la cena.

Igual que siempre, no fue lo que dijo, sino cómo, con su voz mimosa y convincente. No se le puede decir que no. Habrá diecinueve personas en la cena; así que será, como suele decirse, nuestra presentación en sociedad. Espero que la sobremesa no se alargue mucho y no comparezca el inconfundible pariente que la toma con el nuevo, damnificado por el presunto gato merienda-lenguas. Como la morena de la cinta coreana.

Por otra parte, a nuestros amigos no les ha sorprendido la noticia, al parecer las cosas que pasaban entre nosotros se veían mejor desde fuera, o al menos más objetivamente. Anoche lo celebramos con ellos, pero pareció más bien una despedida perentoria que cualquier otra cosa.

─ ¿Te gusta el traje?
─ Claro que me gusta, estás exquisito.
─ Lo que estoy es un poco nervioso.
─ No deberías.

Soy, en general, un personaje calmoso y sosegado; pero Claudia, y lo que la concierne a ella, trastorna íntegramente mi orden y concierto.

La cena fue bien. Como presumía, el inconfundible familiar y el gato merienda-lenguas no se manifestaron. Todos fueron muy cordiales y se ocuparon, como debían, más de la señora de la casa que de nosotros.

Vale tu riesgo

El gatillo de esta pistola,
ésta con que me apunto,
es el vórtice
tras el cual
debiera estar la otra vida.

Si quererte es más arriesgado
que apretar ese gatillo,
¿qué me importa?
Causante de lo que causa
vale riesgo, espera, dudas...;
vales todo.

Sueños estampados

Estampado en la ventana
del bar:
observo tus manos,
que rodean una taza
de té;
observo tu pelo,
que es salvaje como un trago
de ron;
observo tus ojos,
que no son sino el reflejo
del Sol;
y observo tus labios,
que besaron ya los míos
ayer,
en mis sueños estampados.

Quizá mi primer poema en el que se percibe la sombra, bendita sombra, de aquella noche.

Tuesday, 20 November 2007

Amor siamés (I)

¡Qué imagen! La tarde oscura, pero no lluviosa. La fila de casitas blancas perdiéndose en el inabordable horizonte. En la casa última Ella y Él llegando a la puerta. Pasan la reja verde, un tanto oxidada. En el patio, cuatro plantas lacias y un rincón de tierra sin plantar. Un perro haciéndose el muerto, un perro pardo, un perro grande, un perro noble, un perro en definitiva.

Toda avanza muy lentamente. La puerta actuaba de vórtice entre el frío otoñal, entre las hojas chamuscadas y el calor y acogimiento de la lumbre en el umbrático hogar de los amados. En la mesa de madera de la cocina un flan por terminar y cubiertos usados, todo visible bajo una sugerente luz amarilla. En el suelo, ropa. Hablan, se miran, sonríen, se miran, hablan.

Ella es una chica normal, normal en todos los aspectos, aburrida en este sentido, no especialmente bella, normal. Él es un chico normal, normal en todos los aspectos... menos uno, a saber. Todo sigue muy lento.

A los ojos siempre

Entre los ojos de la gente
hay un espacio vacío.
Lo noté cuando me miró
un niño en el autobús.

Ahora no puedo evitar
verlo en todos,
en la señora de acá
y el caballero de negro.
Pero ¿qué se oculta
en tan peculiar escondrijo...,
sino el infierno?
Ajá, los miro y los miro,
me atraen, no...
No dejaré que me lleven.
Prefiero mirar a los ojos,
que no se ve la Luna
en el infierno.

Monday, 19 November 2007

El amor + un sí, quiero (III)

Me llevo bien con la madre de Claudia, pero no sé si lo suficiente como para ir a su cena de cumpleaños. Es una mujer culta, de belleza clásica y talante dialogante y seductor, más incluso que el de su hija. He hablado muchas veces con ella sobre temas diversos. Todas sus opiniones son maduras, sin duda frutos de una profunda reflexión.

─ No sé, ¿estás segura de que le gustaría?
─ Claro que sí, mi madre te adora. Bromeando ha llegado a decir que si fuera más joven te pediría matrimonio.
─ Vaya, no se anda por las ramas. En ese caso dile que iré.
─ Será una noche fantástica.

Acudir a esa fiesta es un paso importante en nuestra relación. Quizá sea hora de iniciar algo más serio. Desde luego, resultaría el mejor regalo para su madre, pero dudo que fuera lo mejor para nosotros. En mi opinión, si alguna vez han nacido dos personas para ser amigos y nada más, esas somos Claudia y yo.

─ Claudia, ¿qué acaba de decir el profesor?
─ Ni lo sé ni me importa, es inaguantable.
─ No puedes ser así. Dijiste que querías empezar a venir a esta clase.
─ No mientas. ¿Te apetece tomar un café?

En el fondo me gustan sus cambios de humor, la hacen más interesante y sensual. Son esos cambios de humor en combinación con el resto de su personalidad los que hacen que tenga los mejores amigos y las peores enemigas. Es muy especial. Hay una chica con las que se lleva especialmente mal, se odian. Pero no de cualquier forma, es un odio agudizado por el hecho de que durante unos meses fueron íntimas amigas. Eran tan amigas que en aquella época me daba miedo hablar con Claudia porque era lo mismo que hablar con la otra.

─ ¿Qué crees que debería regalarle a tu madre?
─ ¿Qué tal un anillo de compromiso?
─ (Tras un ligero chisteo y una leve sonrisa.) Eso mejor para la hija.
─ Sí, quiero.

Sunday, 18 November 2007

Deseo de reencuentro

No me gusta esta sensación
de que sólo puedo verte en sueños
como un niño que cree todavía
en lo que mañana tendrá por absurdo.

No me gusta verte lejana
si nunca voy a poder rozarte,
no me gusta que se platonice
este amor que ha sido siempre completo.

No me gusta imaginarte muerta
de vida en tu rincón de almíbar
mientras yo vivo de muerte
con un gato enfermo arañándome la cara.

Ni me gustará nunca como suenan
todos los versos que anteceden
a este deseo mío que se aflige
mas no muere, que también es tuyo.

Porque hay tristezas que se superan soltando lo que las causa.

El deseo hecho humo

Escribí este texto tras la Semana Santa de 2005, cuando todavía no era real el debate sobre el consumo de tabaco en establecimientos públicos.

Hace unos días, cuando estaba disfrutando en un céntrico bar pamplonés de estas vacaciones primaverales observé a un tipo que se acercó a la máquina de tabaco. Introdujo un par de euros o tres, que no es poco, y pulsó el botoncito de no sé qué marca de tabaco. La cajetilla no salía, el hombre esperó, pulsó de nuevo el botón, volvió a esperar sin resultado, dio un pasito atrás... Pues no, señor, que no le da la gana de salir a la dichosa cajetilla. Entonces el tipo renunció al tabaco y pulsó el botón de devolución. Esperó como antes, pero nada, oye, que no está la máquina para coñas marineras hoy. Miró a la camarera, volvió a darle al botoncito de devolución, nuevo paso atrás. Sinceramente, el hombre estaba muy preocupado, mirando a la camarera para ver si le hacía caso, pero ésta no se enteraba.

Yo observaba la situación tranquilamente desde una mesa junto a la ventana, la tarde estaba nublada, de hecho cuando salí del bar comenzó a llover furiosamente, como reprochándome no haber ayudado a aquel fumador cuyos deseos de fumar se habían hecho humo. Bueno, como decía, yo estaba mirando la escena con media sonrisa dibujada en la cara pensando que al hombre le apetecía fumar, pero, que quizá al tabaco no le apetecía ser fumado, que todo puede ser.

Al final el tipo decidió reclamar a la camarera, no llegué a escuchar lo que le decía, pero debió de ser algo así: "Oiga, la máquina de tabaco no funciona y no me devuelve el dinero". La muchacha, encantadora por cierto, salió de la barra y obligó a la máquina a devolver la pasta al tipo, pero se quedó sin fumar, lo que agradecí, pues aunque el lugar es grande ya estaba suficientemente repleto de humo. Pero eso a la mayoría les da igual, no se dan cuenta que los que no fumamos nos tenemos que tragar el humo que ellos generan. No merece la pena recordarles los millones de personas que mueren anualmente en todo el mundo por enfermedades derivadas del consumo de tabaco. Les da igual, es como si no fuera con ellos. Por estas razones me parece un tanto vana la campaña de poner esas esquelas en las cajetillas de tabaco, pues a la mayoría de la gente, entre las que me incluyo, nos causa cierta risa malévola. Parecen amenazas.

Solo pido que las máquinas de tabaco fallen con más frecuencia, que sufran un poco los fumadores, al menos como sufren los que tragan su humo en cualquier bar o al cruzarse con ellos por la calle.

El amor + un sí, quiero (II)

─ Buenas noches, ¿cómo llevas el examen, amada Claudia?
─ Debemos dejar de faltar a esa clase.
─ Entonces, ¿cómo saldrá adelante doña Rosa?
─ No trates de torearme, voy a suspender.

Casi todos los días dice aquello de ir a clase, pero finalmente es ella la que deserta. Por alguna razón desconocida para mí, no soporta al profesor. Prefiere escuchar a doña Rosa criticando a sus clientes de toda la vida. Luego imaginamos lo que dirá sobre nosotros y alguna vez se lo hemos preguntado, pero se hace la loca.

─ Claudia, ¿quién es esa morena que nunca habla?
─ Por Dios, Carlos, es la protagonista. No sé para qué vienes al cine.
─ ¿No quieres que venga?
─ Solo digo que no sé para qué vienes al cine.

Al margen de sus palabras, lo sabe muy bien. Normalmente no vamos a películas comerciales, solo excepcionalmente cuando se versiona alguna obra maestra como La Guerra de los Mundos o King Kong. Hacemos otra excepción de ciento a viento, cuando vienen nuestros amigos. La mayoría no soportan esas lentas películas en las que, en general, no hay tiros de ninguna clase.

─ ¿Te ha gustado la película?
─ Es maravillosa.
─ Yo no he entendido el...
─ Pero si estabas en tu mundo, como de costumbre, ¿cómo te vas a enterar?

Estos días está más irascible que de costumbre. Le pasa a menudo, cuando advierte que nuestra relación se reduce a una seca rutina sin verdadero sentido. En estos casos, le propongo algo nuevo.

─ ¿Te apetece pasar el fin de semana de excursión?
─ Me encantaría, pero tengo cena familiar el sábado. Celebramos el cumpleaños de mi madre.
─ Vaya, es una pena. Pero ya iremos otro día.
─ Lo que puedes hacer es venir a la cena, mamá comentó que le haría ilusión verte allí.

Romance de la Luna nueva

Ya la Luna, Luna, Luna,
se cansó de los poetas
que le vieron media cara
(sólo Lorca la otra media).

Reflejada sobre ríos,
escoltada por sirenas,
llena, cuarta y escondida,
se escapara de su celda;
que aquel niño, niño, niño,
que llevó sin ser cigüeña,
vive ahora desmedido
bajo sábanas de seda.
No es culpable ni merece,
que la metan en vereda
los del cobre y el estaño
que vienen sembrando hogueras.
Solo quiere seguir alta,
alejada de la Tierra,
disfrazada de luz de oro,
para no infundir sospechas.

Ya la Luna, Luna, Luna
se cansó de ser princesa
por no dar sino un reflejo
de la estrella verdadera.

Saturday, 17 November 2007

Al poeta de flores floreadas

Al poeta de flores floreadas
dispuesto bajo soles soleados
con pipas de tabaco atabacado
y pastillas de menta mentolada.

Fiel observador de culos culares
oculto en sombras de lunas luneras,
bebedor de cervezas cerveceras,
merecedor de tus altos altares:

abandona las flores y su aroma,
trabaja y escribe alcoholizado;
que rimar arduo mata, es axioma.

Crear sin ritmo nunca fue pecado,
por si acaso lo repito en tu idioma:
prende el metro aureolado de brocados.

Más que nunca, noche largas

Noches largas éstas en las que todo funciona sin rumbo y los árboles se quejan de la ausencia de un viento que les haga olvidar su inmovilidad. Noches largas éstas en las que la Luna no guía ni la estrella Polar, éstas en las que la gente no sabe dónde está ni le importa de dónde viene y sabe que no va a ningún sitio.

Largas y oscuras estas noches lúgubres de ruido y desatino sustanciales, de brillo mate, de blanco y negro. Oscuras y largas noches todas en las que las estatuas se quedan sin pareja porque no la tenían o porque sí, porque no pueden bailar solas, porque están y sobre todo son solas, porque necesitan un empujón que no piden o porque lo piden y no las escuchan, o porque las escuchan y no les hacen caso o porque las desprecian simplemente en un alarde generoso de nulidad. Largas, muy largas, que de largas son oscuras; y oscuras, muy oscuras, que de oscuras no son solo largas, sino tristes y melancólicas y agotadoras y prolíficas sentimentalmente.

Aún queda casi toda la longitud de la noche y no te extrañe si digo que todavía hay luz, que queda lo más ínfimo y ver apagarse las paupérrimas luces que sobrevivan tras unas horas desde ahora, en esta noche infinible que comienza. No sé si de veras quiero que acabe, pero lo más desastroso es que ni siquiera sé si empezó, quizá sea un sueño horrible, una pesadilla indeseable para nadie que viva, para nadie que viva y desee seguir viviendo... Yo deseo hacerlo así, maravillosamente, o como sea. No importa, pero vivo... y coleando.

Friday, 16 November 2007

El amor + un sí, quiero (I)

─ Oye, Claudia, ¿qué opinas de la democracia?
─ No sé, está bien, ¿no? Ya sabes, el pueblo y tal...
─ Supongo que sí... ¿Te apetece ir al cine?
─ Claro, hay una película coreana con muy buena crítica.

Claudia es una chica guapa, no salimos juntos pero tenemos una relación muy íntima. Vamos mucho al cine y cada mañana faltamos a alguna clase de álgebra para tomar un café en el bar de doña Rosa, donde nos sentamos junto a la ventana para observar la fauna urbana. Ninguno tenemos pareja, pero en nuestro grupo de amigos nos consideran algo así. No nos importa, es una relación peculiar. A ella no le interesa la política, pero adora el cine de cualquier tipo. Uno de sus sueños es grabar un corto cuyo guión tiene preparado desde hace tiempo. Narra la historia de una pareja que se separa por la guerra de Vietnam. Es muy triste.

Hablamos de muchas cosas: por supuesto sobre cine, pero también sobre música, literatura, las noticias de portada del día, nuestras dudas de matemáticas, las últimas locuras de nuestros amigos, hablamos de nosotros... Me encanta hablar con ella, mirarla mientras toma su café con leche y fuma. La conozco desde el instituto, cuando ella salía con Roberto y yo con Celia. Fuimos a la misma clase dos años seguidos y ahora continuamos juntos en la facultad.

─ ¿Cómo se titula la película?
─ No lo recuerdo, pero no creo que haya muchas películas coreanas en cartelera.
─ Seguro que no. ¿Iremos a la sesión de siempre?
─ Por mí sí, pero recógeme cinco minutos antes.

Siempre nos despedimos con una mirada. Para qué vamos a complicar las cosas si estamos bien así. Lo hemos hablado muchas veces, ambos sabemos lo que siente el otro. Los demás no suelen venir con nosotros al cine porque esperan que alguno de los dos se lance y comencemos a salir definitivamente. A veces también estudiamos juntos, es muy práctico, dos mentes son más eficientes que una. Y más aún si una de ellas es de mujer.

Thursday, 15 November 2007

Seguir el aroma de Süskind

Seguir el aroma de Süskind,
el famoso aroma endemoniado
y angelical a la vez,
no es sino imitar burdamente
lo que sería seguir tu particular
perfume de rizos, sonrisa eterna
y besos tiernos y sabrosos.

Seguir las huellas de Dios
es menos que seguir las tuyas
en una noche cualquiera
que puede ser cualquier noche
o pueden ser todas,
una tras otra yo tras de ti.
Tus huellas se roconocen
con cualquier sentido,
humano o animal o desconocido,
existente:
con todos es un éxtasis supremo.

Seguir, seguirte sólo,
seguirte a ti, seguir,
y seguir siguiéndote,
es un placer
que no merezco yo ni merece nadie.
Salvo que te sigas tú a ti misma,
cualquier noche...

Wednesday, 14 November 2007

No quiero que...

No quiero que
tú te vayas,
pero desaparécete
por favor
cuando ella venga.
No quiero que
tú la mires,
pero que no te vea ella
por favor
cuando ella venga.
No quiero que
tú la espantes:
espántate tú ante ella
por favor
cuando ella venga:
la ignorancia.
Yo la combatiré
cuando ella venga.
Y si no,
no sé...

Tuesday, 13 November 2007

Tú y yo

Conjugamos

Yo,
Luz,
él, ella,
Luz y yo,
vosotros, tras,
ellos, llas.

¿Acrósnimo?

Me
Acerca,
Tímidamente
Inconsciente,
La
Distancia
Etérea.

Monday, 12 November 2007

Salto al vacío, vacío

Salto al vacío, vacío.
Dejé tu belleza ideal
allá arriba,
lejos del mal,
en ese lugar que no necesita Dios...

...en ese lugar tuyo, angelical,
que solo te necesita a ti.

Sufriré la ausencia
del placer que me provocan
tus saludos al amanecer;
ausencia de tu cuerpo
mermelado y azuceno,
curtido bajo tu propia luz...

...en ese lugar tuyo, angelical,
que no te necesita sola.

Salto temporal,
como el de llena Luna, a nueva,
y el de nueva, a Luna llena.
Como la alondra vuelve al nido,
amaneceré pronto junto a ti...

...en ese lugar tuyo, angelical,
álveo perenne de mis latidos...

Sunday, 11 November 2007

Un sevillano en Florencia

Italia bella. Llevábamos ya más de una semana de viaje por Italia. Habíamos visitado Génova, Sicilia, Pompeya, Nápoles y otras ciudades antes de llegar a Florencia. Dormíamos en el Camping Michelangelo, junto a una plaza con ese mismo nombre donde hay una copia de El David de Miguel Ángel. Nos quedamos allí dos días y medio con sus dos noches.

La primera mañana bajamos a Florencia, digo bajamos porque el camping estaba en una pequeña colina. Anduvimos sin rumbo aparente, pero bien estudiado, guiados por Mozúm, un páter al borde de la jubilación con energía para dejarnos atrás a todos sus alumnos. ¡Qué bonito!, vimos la Galería de la Academia, el Ponte Vecchio con sus innumerables joyerías sobre el río Arno y no sé cuántas cosas más. La tarde transcurrió igual, o parecido, y compré un librillo sobre las principales ciudades de Italia como recuerdo para mis padres. La noche fue, por el contrario, tranquila. Unos chicos intentaron convencerme de que fuera con ellos a alguna discoteca, a la que por supuesto no nos habría dejado entrar con nuestros resplandecientes dieciséis años. Yo lo pensé lentamente: "Vamos a ver, como te lo explico, llevo diez días levantándome a las siete para andar después de un rato caminando y otro a pie visitando iglesias, plazas, fuentes... Tío, déjame descansar un rato y pírate tú si quieres". Eso es lo que pensé, pero se lo dije amablemente.

La verdad es que el camping no ofrecía muchas posibilidades, pero casualmente echaban por la tele un España Italia, en serio. No recuerdo lo que pasó, creo que perdió España, pero bueno, ya se sabe, España unas veces pierde, otras empata y otras, bueno, la excepción que confirma. Después paseé un rato por el lugar mientras oía el estruendo de la música de Dream Theater, que estaba tocando esa noche en la plaza Michelangelo. Había jugando al futbolín unos chiquillos que habían puesto unos papeles en las porterías de tal forma que la bola no entraba. Fue entonces cuando otros de mi grupo y yo conocimos al Sevillano. Lo llamaré así porque no sé su nombre, aunque seguro que me lo dijo. Tenía un año más que nosotros. Era un tipo muy simpático, casi como el estereotipo de sevillano que tiene la mayoría de la gente en la testa. Solo tenía un fallo sevillanamente hablando, a saber: no parecía gustarle mucho la fiesta. Estaba de vacaciones con su familia y tenía una bici, ¡ozú!, ¡qué bici nene!. Nos explicó que lo que nos gastábamos nosotros en alcohol ─ésto lo dijo por las botellas que llevaban algunas en concreto─, él se lo gastaba en su bicicleta. Frenos de disco, amortiguadores, cuadro no sé qué y ruedas no sé cuántos, ¡la Virgen qué bici!

El tipo sevillano era ciertamente un poco extraño, no sé, una especie de Emilio, el de El guitarrista, muy callado pero alerta, atento a todo. Poco a poco, mis amigos se fueron marchando a dormir y finalmente me quedé hablando yo solo con él. Me contó que sabía hacer muchas cosas con la bici e incluso me hizo alguna exhibición.

─ Quillo, ¿dónde has aprendido eso?─ le decía con acento y todo, pues no en vano uno tiene ascendencia andalusí y se pasa por Jaén al menos una vez al año. Él me respondió que en la calle, como todos, y añadió para asombrarme o solo por humildad que de sus amigos él era el que menos virguerías hacía.

─¡Dios! ¡Mierda!, oye tío, me dejas la bici un poquillo que se me ha debido de olvidar la cartera donde los cahavalines del futbolín.

Accedió más fácilmente de lo que yo me imaginaba. La cogí, corrí y... ¡zas! Tengo excusa, era de noche y estaba agobiado por si se me habría perdido la cartera. Qué zarpazo. Todavía ahora me he mirado el hombro con angustia, me hice un rasponazo de película. Así, fui a por la cartera, no antes de comprobar que la bici estaba en perfecto estado, como no podía ser de otra forma, me lo había comido todo yo. No le comenté el accidente, y no sé si él lo sabía y se lo callaba. Aquella situación me recordaba extrañamente a las escenas en que Emilio daba parte a Don Osorio de cómo iban las clases de guitarra con Adriana. Ambos sabían lo que pasaba, pero ninguno decía nada. Ahora él era el ogro y yo el inocente Emilio. Aunque también puede ser que el Sevillano no supiera nada y yo me estaba imaginando aquello producto de la vergüenza y del cansancio.

Después nos despedimos. No sabía si lo iba a volver a ver, pero desde luego la despedida no fue nada excesiva, un hasta luego por su parte y una adiós, que te vaya bien por la mía. Fue unos días más tarde cuando reconocí que debía haberle pedido el número de móvil o el correo, pero bueno, ya no lo volví a ver y probablemente no volveré a verlo. Como diría Emilio, esa era una de esas vidas que se entrecruzan con la tuya un momento y que luego desaparecen por completo. El día siguiente fue muy aburrido: sin fútbol, sin música, sin sevillano, sin magia...

La inmutabilidad de la luz

Yo te vería pronto por siempre
como se ve un Sol creciente
al nacer los ojos.
Te vería cuando el metal
retorcido de tus bucles,
con su incandescencia fértil,
conociera por fin a mis lazarillos vagos.
No quisiste ver
que mi luz sería la luz
que emanaba de ti,
y mi camino el haz y envés
de cada rayo, tú.
Era una luz esclarecedora
por pura y por blanca y por certera,
y de salubérrima fragancia,
que era búsqueda de verdad,
de amor y de poesía
que nadie antes halló, salvo tú misma.
Y no quisiste ver,
y eras la luz... y eres.
¡Quiero Luz!

El nacimiento de Archameda

Una noche cualquiera
de una semana cualquiera...
tuvo el valor de resurgir,
de convertirse en la Noche.

Cerca estábamos tú y yo
para aprovecharnos de Ella.

Sucedió un invierno,
y la llamé Archameda.